jueves, 15 de agosto de 2013

A los Cielos por Dios.


“El amor, como el fuego, se quema hacia arriba, ya que es básicamente el deseo. Se trata de ser cada vez más unido con el objeto que se ama. Este "tirón" en nuestros corazones por el Espíritu de Dios está siempre presente, y es sólo nuestra voluntad que se niega y la debilidad de nuestro cuerpo, que como resultado del pecado que nos mantienen atados a la tierra. Si Dios ejerce una atracción gravitatoria sobre todas las almas, dado el intenso amor de Nuestro Señor por su Santísima Madre, que descendió, y el intenso amor de María a su Señor que ascendió, el amor en esta etapa es tan grande como "para tirar el cuerpo con él". Teniendo en cuenta, además, una inmunidad de pecado original, no habría en el cuerpo de la Virgen la dicotomía, la tensión, y la oposición que existe en nosotros entre el cuerpo y el alma. Si la distante luna mueve todas las mareas crecientes de la tierra, entonces el amor de María por Jesús y el amor de Jesús por María, debe dar lugar a tal éxtasis como "para ayudarla a salir de este mundo". Una cosa es cierta: la Asunción es fácil de entender si uno ama a Dios profundamente, pero es difícil de entender si uno no quiere.

Como golpe de pluma dogmática infalible, la Iglesia levanta el carácter sagrado del amor del sexo sin negar el papel del cuerpo en el amor. He aquí un cuerpo que refleja en sus innumerables matices del amor creador de Dios. A un mundo que rinde culto al cuerpo, la Iglesia ahora dice: "Hay dos cuerpos en el cielo, uno de la naturaleza humana glorificada de Jesús, el otro la naturaleza humana asumida de María. El amor es el secreto de la Ascensión de uno y de la Asunción de la otra, por la unidad del amor anhela estar con su Amado. El Hijo devuelve al Padre la unidad de la naturaleza divina, y María vuelve a Jesús la unidad de la naturaleza humana. Su vuelo nupcial es el evento por el que se mueve toda nuestra generación”.

Será ella, como el jardín en el que creció el lirio de impecabilidad divina y la rosa roja de la pasión de la redención, ¿se entregará a la maleza y al olvido por el Jardinero Celestial? ¿No se conservará la comunión en gracia a través de la vida para garantizar la inmortalidad celestial? No hay hombres y mujeres adultos que les gustaría ver la casa en la que fueron criados sometidos a la destrucción violenta de una bomba, a pesar de que ya no vivían en ella. Ni la Omnipotencia lo haría, ¿Quién es tabernáculo mismo dentro de María, daría el consentimiento de ver su casa-carne sometida a la disolución de la tumba? ¿No será la Vida Divina la que busca volver desde su cuna de vida y dar ese "paraíso de carne ceñido" al cielo con él? Ella que es la Madre de la Eucaristía, se escapa de la descomposición de la muerte.

María se convierte en el primer ser humano para realizar el destino histórico de los fieles como miembros del Cuerpo místico de Cristo, más allá del tiempo, más allá de la muerte, y más allá del juicio. Por su Asunción va por delante al igual que su Hijo, a preparar un lugar para nosotros. María siempre parece ser el advenimiento de lo que está reservado para el hombre. Se anticipa a Cristo durante nueve meses, mientras se lleva el cielo en su interior, que se anticipa a su pasión en Caná y su Iglesia en Pentecostés. Ahora, en la gran doctrina de la Asunción, que se anticipa a la gloria celestial, y la definición llega en un momento en que los hombres piensan en él dogma de la Asunción muy poco".


Autor: Venerable Arzobispo Fulton J. Sheen 
Libro: Primer amor del mundo. 

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